jueves, 18 de noviembre de 2010

Adiós, cielo azul


—Déjate de joder, pelmazo. Tú sabes que me hace mal y, aun así, no piensas en esto. Eres egoísta conmigo. Y aquí quedaré solo yo, repartiendo nada a nadie. ¿Qué harás tú? Ven, acompáñame a ver la última obra de tu vida.

—Eres cruel. Sabes que soy ciego y me invitas a “ver” cosas cuando solo te acompaño. Senil y decrépito. ¿Quién te crees?

El ambiente se tornaba tenso alrededor, con toda la gente mirando cómo ambos hombres discutían a toda voz. Las tienditas que les rodeaban preferían dejar a algún tipo mirando hacia la dudosa pareja que adornaba el callejón “Bombero Ossa” y los lustrabotas comentaban lo que se les venía a la mente luego de leer un tabloide.

Jorge y Ernesto seguían discutiendo, pero amablemente esta vez. Ernesto, que podía ver bastante bien, notó que la gente ya los miraba con desagrado. Por su parte, Jorge, solo veía borrones en vez de caras, y se distrajo con un gato –él sabía que era un gato– gris, o romano, o blanco con pintas, así lo veía, distinto a cualquier paloma del centro de Santiago. Él sabía que era un gato… y el gato no hizo nada. –Cielo azul es el nombre del gato– pensó.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Métanse todos en el mismo saco. Ya no hay respeto por nada ni nadie. Menos aún cuando te causan daño. Terrible la cochinada. ¿Qué se le va a hacer? Son todos iguales, ergo, joden igual, cometen los mismos errores y no saben reconocerlos. Ya no me interesa

Váyanse luego y déjenme solo, tanto que les cuesta...

Bien simpáticos los loquitos. Apoyan en todo. Algún otro detalle que logran ver malo en mi, cuando yo lo reconozco y siguen sin darse cuenta de que son ustedes los que tienen el problema.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Trovador a la Luna

Dulce princesa, de suave tez,

¿acaso no sería esta la primera vez?

¿Por qué separarnos es la respuesta

que en nuestros corazones se mezcla?

Será peor mi tristeza

al no ver tu belleza.

Y la lluvia que esperas

cae en tus venas

 

Es este el lugar prometido,

la tierra del hombre caído,

donde su corazón late fuerte,

donde ataques fieles dieron la muerte

al hervor de la furia pasmada

y, a mis manos atada,

la espera por verte aquí.

Pues este lugar te di.

 

No son serias mis palabras,

pero la intención es con la que hablas,

sin saber, en diversas realidades.

Ni siquiera notas lo que haces

ni sabes que ocurre.

Dices que tu corazón se aburre

sin cambiar de parecer,

ahora, mas nada se puede saber.